Donde nace el ser

Bailemos en señal de rendición, de majestad y temor de nuestra vitalidad, nuestra humanidad. Entre la iridiscencia del deslumbramiento de la luz del sol, que toman el sol en la sabiduría de embarazo de las sombras susurrantes y ocultas. Acogiendo con satisfacción incluso los lugares que huelen a muerte y a decadencia.

Se siente húmedo y oscuro, pesado, exquisitamente seductor. Dedos susurrantes de niebla te invitan. Te invitan a hundirse aún más, mecido por un vientre de sombra. En este lugar no hay promesas de ayer o mañana. No hay un "tú" o un "Yo". Todo lo que queda son vastos ecos de espacio, que no pueden ser limitados o definidos. La extensión de bosque tan interminable como el terciopelo brillante exquisito del cielo nocturno.

Este lugar es dolorosamente familiar, una anhelada exhalación. El Ulular de un búho, el aullido de un lobo, una suave brisa cosquillea suavemente las hojas. Esta sinfonía de otro mundo no conoce el idioma. Sin embargo, en este momento en que el "yo" se desvanece, es que el ser verdaderamente nace.

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